LUNÁTICO MASCULINO

viernes, 12 de septiembre de 2008

En mi barrio tenemos una señora que es una auténtica deslenguada con los hombres. Tengo una pequeña tienda de ultramarinos, donde vendo desde pan hasta pintura.

No es que yo me considere un hombre fresco y malhablado, no, lo que pasa es que me gusta meterme con ellas porque sé que les hace gracia mi picardía e ingenio.

Me encanta ver el brillo de sus ojos cuando les digo alguna palabra subidita de tono, ese sonrojo que percibo en sus mejillas debido al pudor que sienten o esas palabras casi entrecortadas con que a veces me contestan.

No puedo evitar que esas situaciones tan comprometidas para ellas a mí me produzcan un morbo que hace que mi sangre circule a mil por hora.

Por eso cuando mis vecinas vienen a comprar yo me meto con ellas y les contesto siempre con segundas intenciones:

- Manuel, ¿tienes huevos?

- Si, dos seguro - les contesto mirando hacia abajo.

- Manuel, ¿tienes sangre?

- Si, pero cuando te veo se me congela.

- Manuel, dame pipas

- Ten cuidado que de lo que se come se cría

Un día mi clienta favorita, esa que me habla tan descaradamente, vino preguntando por una manguera para regar su huerto. Inmediatamente me puse sobre aviso y comencé con un juego de palabras que en un principio no entendió.

Resulta que detrás de su casa dispone de un trozo de terreno en el cual su marido siembra algunas hortalizas propias del tiempo. La manguera con la que las regaban se les había roto y decidió comprar una nueva, así que llegó a mi tienda un poco alterada por la rápida caminata.

- Manuel necesito una manguera, ¿tu tienes?

- Claro, chiquilla, ¿no voy a tener manguera?

- ¿Y como es de grande?

- Es flexible, se alarga y encoge a gusto del consumidor

- Y la puedo meter en el grifo?

- Sí, claro, tu la metes donde quieras y cuando quieras

- Es que tengo que regar los tomates y me pillan un poco lejos de la casa

- Huyyyyy, si es para regar tomates, se convierte en infinita

- Y de gorda como es?

- Pues… depende del momento

- Y si es muy larga, se puede cortar con el cuchillo?

- Huyyyy que susto, ni se te ocurra, mujer

- Me la vas a enseñar, o la tienes en el almacén?

- Chiquilla, tú te crees que esas cosas son para tenerlas en el almacén?

- Entonces enséñamela

- ¿Aquí y ahora?

- ¿Claro, tú crees que voy a llevarme una cosa sin verla ni probarla?

- Bueno, si te empeñas te la enseñaré, pero luego no te escandalices

- Pero, que pasa con la manguera ¿es especial o que?

- No es que sea especial, es que es la única que tengo

- Eso no es problema, compras más y ya está. Bueno, ¿donde la tienes?

- Ja,ja,ja, muy bien guardada, para que no se resfríe.

- Manuel, déjate de tonterías que tengo prisa, que mi marido está esperando la manguera desde hace un rato

- Bueno… yo creía que la ibas a utilizar tú

- No te pases de gracioso que ya me tienes cabreada, ¿me la enseñas o no?

- Espera, nos vamos al almacén y allí te la enseño tranquilito

- ¿Sabes lo que te digo? Que te metas la manguera donde te quepa, salio, que eso es lo que eres, un salio.

En aquel momento comprendí que me había pasado de la raya, que la broma había llegado demasiado lejos.

Ella me miró con los ojos de una gata furiosa que está a punto de atrapar a un ratón.

Luego salió de mi local diciendo de todo menos bonito y yo me quedé alterado por la conversación y como el gallo de Morón.

Y es que todas las mujeres son iguales, primero te piden y luego te exigen.

¡¡ Ayyyy, pero qué haríamos sin ellas…!!

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