Se me acabó el güisqui
y las últimas cartas buenas,
y no acabó la partida,
sí la sangre en mis venas.
Se me agotaron las ganas
de jugar a matarnos,
de aguantar las barras
de bares tan lejanos.
Se perdió mi mirada
entre el hielo de una copa,
más vacía que llena,
con más pena, con menos gloria.
Y los atardeceres contigo,
y las almas malheridas,
y los lunes discutiendo,
y no acabó la partida.
Murieron la belleza imperfecta
y las niñas bonitas,
y los viejos roqueros,
y las viejas cantinas.
Se aburrieron los espejos
de inventar tantas mentiras,
y lloraron los viejos sabios,
que ya nada sabían.
Enloquecieron los locos
al volverse cuerdos
y descubrir la vida,
¡me quedo en mi agujero!
Se ahogó la risa
entre el llanto de tus secretos
y olvidaste tus ilusiones
queriendo recordar tus sueños.
Y los atardeceres contigo,
y las almas malheridas,
y los lunes discutiendo,
y no acabó la partida.
NO ACABÓ LA PARTIDA
domingo, 3 de agosto de 2008
Publicado por David Romero Raposo en 21:00
Etiquetas: Juan Antonio Baena, Poesía
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario